Repetir

No existe el singular

Se repiten los años bisiestos
El patrón fractal en el envés de las hojas.
Se repiten las horas, los días.
Se repite cada invierno la gripe
Las celebraciones
Ese instante de determinación
Ante el propósito empolvado
De la Navidad anterior.

Se repite cada mañana
El beso de buenos días,
El esbozo de la sábana.
Se repite, en cada cita,
El malestar en la barriga.
El ritmo en los sonetos
Y el estribillo de una canción
Haciéndola pegadiza
Junto a la arena en verano.

Repite el salto el atleta
Para rascar otro milímetro,
El químico escéptico replica
Su prometedor hallazgo
Y se repiten, cada domingo,
La misma mantilla,
La misma plegaria
Y la misma oración.

Sin embargo -
Triunfa la fobia a reencontrarnos
Con cada fallo
A nosotros mismos
Volviéndolo a cometer.
Con cada intento de aquel pasaje
Con cada apuesta por otra idea
Que como cada pieza
Cada proyecto
Y cada ascenso,
Nunca llegaron a florecer.

El tabú a desear aquello
De lo que no somos capaces,
El genio solitario,
El singular emprendedor,
Y el rechazo
a la asintótica utopía.

Triunfa el pánico a revivificar
Aquello que una vez quisimos -
Y a querer, para evitar tener que convertir
Una maravillosa rutina,
En un imposible reencuentro.
Y abrumados por el desasosiego,
La incertidumbre y el aislamiento
Rompemos lazos, arcos, y raquetas.

Yo seguiré admirando -
La paz del esquiador, que intenta,
Por vigésima vez aquel dichoso giro,
Del surfista, que una vez más,
No consiguió erguirse ante la ola.
La templanza de la violinista que desafina
La misma maldita nota
Del encuentro entre la bata blanca
Y la placa de petri, vacía
Cada mañana a las diez.

© Cecilia Padilla-Iglesias, 2021